Cuenta la leyenda cienfueguera qe hace generaciones y generaciones
atrás, había en la ciudad de Cienfuegos un castillo, el de Nuestra
Señora de los Ángeles, cual recio centinela insomne ante las incursiones
de los piratas y corsarios atraidos por la prosperidad de la ciudad
cubana.
Pero el castillo guardaba un
terrorífico misterio que fue descubierto, poco tiempo después de su
construcción, por el ejército que lo habitaba. El misterio corrió como
un reguero de pólvora entre los soldados era: la leyenda de la Dama
Azul.
Contaban los soldados más veteranos a aquellos que quisieran escucharles que, a altas horas de la noche, cuando todos dormías y solo quedaba como testigo el centinela, surgía de la capilla del castillo una especie de sombra, con la silueta de una mujer. Parecía elegante, sobria, tranquila e iba vestida con un tocado azul, por eso la llamaron la Dama Azul.
Pero la aparición, después de recorrer los altos muros de la fortaleza, desaparecía tan misteriosamente como había surgido y no se volvía a saber de ella hasta la noche siguiente o la siguiente.
La
guarnición de la fortaleza: rudos hombres habituados al combate, a los
piratas y al peligro, estaban aterrorizados y nadie quería hacer su
guardia solo por la noche para no tener que enfrentarse a la misteriosa
mujer.
Cada noche la misma historia, nadie quería ser el centinela si no era bajo la amenaza de un arresto. Hasta que llegó a la guarnición un apuesto y joven oficial dispuesto a desenmascarar al supuesto fantasma y demostrar lo que él creía era en realidad: un espía disfrazado.
Cuenta
la leyenda y también los más ancianos del lugar, que el oficial se
presentó voluntario para hacer la guardia esa noche y se quedó solo como
centinela, rechazando cualquier compañía. Al principio no pasó nada, la
noche era apacible, el ruido de las olas del mar le llegaba le
reconfortaba y la luna, entre nubes, le iluminaba la muralla con su luz
blanca. Pasó su turno e iba a retirarse cuando, de repente, de la
capilla emergió una figura femenina que empezó a hacer su recorrido
habitual por los muros del castillo: era ella, la Dama Azul.
El joven oficial avanzó con determinación al encuentro de la mujer decidido a desenmascararla. A medida que se acercaba por detrás de ella, olió un rastro de perfume dulce, a flores de primavera. Ya estaba muy cerca de ella, tanto que casi podía tocar el tul de gasa azul. Le dio el alto y la Dama se detuvo. El joven se acercó y ella se giró.
Lo
que ocurrió aquella noche nadie lo sabe, quedó entre el joven apuesto
oficial y el fantasma de la mujer. Solo se sabe que a la mañana
siguiente encontraron al oficial en el suelo en lo alto de los muros.
Estaba inconsciente y tenia a su lado, su espada partida en dos, una
calavera y un rico brocado de color azul.
Cuando
el joven volvió en si, no recordaba nada: había perdido la razón y
nunca pudo explicar de lo sucedido esa terrible noche en que se encontró
con la Dama Azul. Pero cuentan que, de la dama, nunca más se volvió a
saber, nunca más fue vista paseandose por las murallas del castillo de
Nuestra Señora de los Ángeles en la ciudad cubana de Cienfuegos.