dilluns, 21 de maig del 2007

Nostalgia de La Habana desconocida

La siento mia sin haberla visto jamás. Siento el poder de sus calles, la fuerza de sus gentes, la explosión de color, la erosión del mar, el olor a sal, humedad y jabón. Siento todo ello y nunca he estado pero está tan presente en mi que ya forma parte de mi ser.

¿Cómo puedo sentir nostalgia de La Habana desconocida? ¿Cómo puedo sentir la ausencia de sus calles nunca pisadas? Es tan fuerte el poder de esa ciudad en mi que ya veo reflejada en sus fachadas mi tristeza por tener que abandonarla un día no muy lejano.

Veo sus calles laberínticas, estrechas o anchas, llenas de vida y color, la gente que las habita con su fuerza vital, con alegría a pesar de las adversidades. Calles oscuras, débilmente iluminadas por tristes faroles abandonados. Y apoyada en el alfeizar de una tienda azul, una mujer que mira pasar el tiempo implacable, sin prisa, sin pausa. Alguien podria pensar que es una jinetera, pero no, la tristeza de su alma se refleja en su rostro arrugado, su rostro café que un día fue testigo de duelos por conseguir su amor. Cada arruga es un trozo de vida que se le escapa, una experiencia intensa vivida.


Tiene la mirada perdida. Bajo la luz azul de la tienda observa las tinieblas de la calle habanera esperando, siempre esperando sin saber porqué. A lo lejos se escuchan las olas del mar rompiendo con vigor en el malecón. Quizá la esperanza venga un día del mar lejano, aunque ya no viene nada ni nadie por mar, al contrario, el mar se ha convertido en el punto de huida, por donde se marchan amores, amigos y família. El mar antes traía esperanzas, ahora no, para ella trae la tristeza, la nostalgia de ese amor que se fue y que prometió regresar por ella hace ya tanto tiempo que olvidó su rostro y su nombre.

El ruido renqueante de una vieja máquina que circula por una calle perdida la distrae de sus recuerdos y la regresa a su Habana.

Habanera café, vente conmigo. Le digo.

Me mira absorta y sin palabras me habla: no me imagino en ningún otro lugar.

Observa los desconchados de la casa que tiene enfrente, las rejas oxidadas, la puertas de madera podrida, los balcones con ropa tendida, la luz ténue de una ventana, la voz de una madre que canta un arruyo a su bebé... y por un momento es feliz. Es su Habana, triste, nostálgica, decrépita, ruinosa, pero llena de vida y de esperanzas, llena de futuro. De su futuro perdido en sus calles alegres.

Y me encontraré con ella y con la mujer en la tienda azul y no la confundiré con una jinetera. Y me acercaré a ella y no le diré que se venga conmigo porque en sus ojos de miel llenos de vida y música veré La Habana, mi Habana. Y sabré que nunca la podré dejar atrás por muy lejos que esté porque me habré convertido en Habanero y llevaré la ciudad en el corazón el resto de mi vida.